La piel del tambor
No es muy normal encontrar libros como el que nos ocupa, ya sabemos que lleva unos años publicado, pero me interesa comentar algo sobre el mismo.

No es muy normal encontrar libros como el que nos ocupa, ya sabemos que lleva unos años publicado, pero me interesa comentar algo sobre el mismo. Y lo digo por el escenario en el que transcurre la acción. En La piel del tambor, la aventura pasa a un segundo plano y aparecen otros elementos más importantes e interesantes. La historia de intriga con elementos informáticos, de espionaje a nivel de barrio (luego comento a los tres “espías”) y todo lo que envuelve la trama se queda eclipsada por la ciudad donde ocurre, que no es otra que Sevilla.
Como cantan entre otros Los del Río, “Sevilla tiene un color especial”, y en el recorrido de los diferentes personajes de la historia, y por cómo está descrita por el escritor, nos parece -o por lo menos esa sensación he tenido- que estamos leyendo el libro en medio del barrio de Triana, llegando a oler los olores de esas calles, a saborear los finitos y licores de sus tascas, a ver a las personas que transitan por sus calles, es decir, a estar dentro del libro.
La mayoría de los personajes que pueblan la historia están dentro de los estereotipos que tenemos en la cabeza. Por ejemplo, uno de ellos es una folclórica venida a menos que ahora está bajo las órdenes de un falso abogado cubano, con su peineta y su vestido a lunares, y que forma parte del grupo de espías. O el boxeador algo corto de entendederas pero fiel a su jefe, también el abogado cubano. La historia pues queda en un segundo plano, pero para nada desmerece el escenario, sobre todo por un final bastante sorpresivo.
Aunque la narración gira alrededor de la investigación sobre Nuestra Señora de las Lágrimas, la verdadera historia que leemos nace de los personajes, de la interacción de éstos, del contacto de las diferentes realidades y de cómo sus vidas son afectadas por la presencia de los otros. En un simil cercano, uno de los personajes, el padre Ferro, fuera de ser un cura de pueblo con la sotana raida y un humor de mil demonios, es un amante de la astronomía, y de una manera similar a la vida, el padre ve en el espacio cómo la presencia de los astros afecta a la existencia de los vecinos, y cómo en la ley de gravitación universal, la atracción de un cuerpo por otro es directamente proporcional a la masa y afecta a ambos cuerpos. Un cuerpo, por más pequeño que sea, siempre afecta y es afectado. Y de la misma manera, los personajes, por más pequeños que sean (y esto ocurre también en la vida real), afectan y son afectados por la realidad del resto. De esta manera es imposible acercarse a una persona sin afectarla y sin ser afectados por ella.
Otro de los personajes importantes de la novela son Macarena, hija de la duquesa y una de las principales interesadas en la Iglesia. Su interés reside en conservar una historia de amor, una posibilidad de amor, de una tía abuela que encontró este amor y perdió la razón esperando que su amado regresase del mar. Macarena tiene el recorte de muchos de los personajes de Perez Reverte como pueden ser Milady (El Club Dumas), Tánger Soto (La carta esférica) o la experta espadachín que desconcertó y enamoró al Maestro de Esgrima. Todas estas mujeres de Perez Reverte son parecidas: hermosas, inteligentes y peligrosas, y aunque pueden ser más o menos buenas (Macarena es la más buena) tienen los mismos ojos y la misma atracción por el escritor.
En último lugar está Sevilla como un personaje… Una ciudad calurosa, con olor a azahar y a naranja agria. El río que corre despacio llevándose todas las historias que escuchamos y las calles, que como la vida, permiten encuentros y desencuentros entre los personajes y sus propias vidas. Dentro de Sevilla está esta iglesia que mata para defenderse, y esta Sevilla es la que permite la existencia de todos los personajes que en ese libro hemos conocido.
Tengo que reconocer que a Arturo Pérez Reverte le gusta brindar guiños a sus lectores, como es el caso de jugar con sus distintas obras y mezclarlas entre sí. Un claro ejemplo lo tenemos en ” La piel del tambor” cuando Quart visita la casa de Gris Marsala, en el que muestra cierta complicidad con los lectores de su obra “La tabla de Flandes”.