La inteligencia emocional
La inteligencia emocional está orientada a desarrollar aspectos que van más allá del intelecto, centrados en la toma de conciencia y la expresión de las propias emociones, así como en la detección del estado de ánimo y de los sentimientos de los demás, la capacidad para desarrollar una actitud empática, es decir, ponerse en el lugar de los otros.
Uno de los autores que más ha trabajado el concepto de inteligencia emocional es el psicólogo estadounidense Daniel Goleman, nacido en California en 1947.
Para Goleman la inteligencia emocional es «una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía o la agilidad mental.
Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa adaptación social».
Una persona inteligente desde el punto de vista emocional es capaz de usar sus emociones y las de las personas que le rodean para crear una línea de pensamiento y de comportamiento que le permitan conseguir sus objetivos y sus proyectos vitales.
En su conocido libro Emotional Intelligence, publicado en 1995, Goleman desarrolla los siguientes fundamentos y principios de la inteligencia emocional.
- Conocer las propias emociones. El primer paso y más importante de la inteligencia emocional es ser capaz de identificar o tener conciencia de las propias emociones. La persona que falla en este aspecto queda a merced de unas emociones incontroladas, lo cual es más que probable que le provoque muchos conflictos y situaciones negativas.
- Manejar las emociones. Una vez identificadas las emociones, las personas deben tomar conciencia de las mismas, con el objeto de manejar hábilmente esos sentimientos, filtrándolos, suvizándolos si es necesario.
- Motivarse a sí mismo. La orientación de las emociones hacia el logro de objetivos contribuye a aumentar la eficacia de las motivaciones. Por este motivo, emoción y motivación son dos sentimientos que están íntimamente relacionados y pueden retroalimentarse.
- Reconocer las emociones de los demás. La empatía debe centralizar las relaciones con los demás. Las personas empáticas tienen una gran habilidad para sintonizar con el resto de personas, captando sus señales, aunque sean sutiles, para averiguar y hasta adelantarse a sus necesidades y anhelos.
- Establecer relaciones. La competencia y las habilidades sociales constituyen la base para interactuar de forma asertiva con los demás, expresando nuestras ideas y puntos de vista sin molestar a los otros.
Podemos distinguir dos tipos de inteligencia que salen del tronco común de la inteligencia emocional:
La inteligencia emocional intrapersonal.
Inteligencia intrapersonal
Hace referencia al autoconocimiento y se orienta hacia finalidades básicas del tipo:
Conocerse a uno mismo.
Aceptarse en base a nuestras posibilidades.
Definir nuestros propios objetivos y valores.
Orientar nuestro comportamiento hacia su cumplimiento.
Buscar activamente nuestra felicidad.
Ser capaces de demostrar las gratificaciones.
Tratar de ver con realismo y veracidad cómo somos y lo que de verdad queremos.
Establecer prioridades personales.
Aprender a respetar nuestras emociones y sentimientos.
Inteligencia interpersonal
Se orienta hacia el conocimiento de los demás y las relaciones que establecemos con ellos. Las personas con inteligencia interpersonal utilizan la empatía como principio básico, demostrando una gran habilidad para:
Valorar el impacto que pueden tener nuestras emociones, y las acciones derivadas de éstas, en los demás.
Ayudar al resto de personas a experimentar emociones positivas.
Establecer relaciones sociales que les ayuden a lograr sus propias metas.
Reducir las emociones negativas que pueden ser fuente de conflictos.
La inteligencia interpersonal es la capacidad de entender a otras personas, interactuar con ellos y entablar empatía.
Poseer inteligencia interpersonal significa poder discernir, y comprender qué le sucede a otra persona en determinado contexto, actuando de manera apropiada en relación con los estados de ánimo, las conductas y los deseos del resto.
La inteligencia emocional comienza a desarrollarse en los primeros años. Todos los intercambios sociales que los niños tienen con sus padres, maestros y entre ellos, llevan mensajes emocionales.
El cerebro emocional responde a un evento más rápidamente que el cerebro pensante.
El cerebro social esta en su hábitat natural cuando estamos hablando a alguien cara a cara.
Goleman, D. (1995). Inteligencia emocional, editorial Kairós